Reseña del libro "La destrucción de los espacios"
Todo empieza con un edificio derruido, con la huella de una demolición pasada o futura. Un cartel anuncia el peligro de derrumbe y así entramos, advertidas y advertidos, a la ciudad de las últimas cosas, al lugar donde todo empieza a acabarse. Los recuerdos están cada vez más lejos. Se los llevan los camiones, viajan entremedio de escombros, o quedan enterrados bajo el hormigón, aplastados por los fierros de las nuevas e higiénicas construcciones. Como equilibristas caminamos con destreza hacia nuestro único refugio. Le hacemos el quite a la arquitectura del destrozo, a la política de las fachadas abajo, e intentamos orientarnos ahí, donde ya no hay nada de lo que conocimos. Cansados y perdidos llegamos al rincón que nos mantiene a salvo. El escondite en el que desplegamos nuestras ruinas para compartir juntos una taza de té. Y ahí nos aferramos el uno a la otra, escribiendo un verso que nos sostenga, un poema que perdure en el tiempo, que aguante, que resista, que nos proteja de desaparecer.
Con una pluma delicada, triste y luminosa, Raúl Hernández nos propone atrincherarnos contra el olvido. Protegernos mutuamente, a punta de vida y poesía, del sitio en el que se perpetúa la destrucción de los espacios.