Reseña del libro "Carne de tragedia"
CARNE DE TRAGEDIACAPÍTULO ICuando paco Millán penetró en el bar, el amplio establecimiento, como siempre a tal hora -doce de la noche- estaba lleno de gente. Hallábase el local profusamente iluminado, y la indispensable pianola, con la algarabía de una de las canciones en boga, sumábase al general estrépito de voces, risas y runrún de vasos y platos.¿No has pasado nunca, lector, ante ese bar de la calle de San Bernardo, si por aquellos alrededores tienes tu morada, cuando a la salida del teatro, anheloso de ganar tu domicilio, apresuras el paso, calle Ancha abajo, cruzándote con hetairas y gentuza, en su mayor parte? Sí, seguramente has pasado ante este establecimiento, y una agria bocanada de luz te habrá bañado, cual aliento malsano, y en zigzagueo de película habrás visto rostros canallescos de ambos sexos; colores chillones en los vestidos de ellas, y pantorrillas retadoras como un insulto; faces patibularias de hombres que ríen y beben alegremente, como en un burdel, bajo la opacidad de una atmósfera de un azul sucio, formada por el humo del tabaco y el vaho de las cafeteras.Ese bar se llama... ¿para qué nombrarle, si todos sabemos cual es y cómo la indulgente policía tolera que el hampa madrileña de aquellos contornos, en los que tiene su asiento la Universidad y el Ministerio de Gracia y Justicia, haya establecido su cuartel general en sitio tan visible?Ahí, en ese bar, penetró arrogante y desdeñoso, con toda la petulancia imaginable, el as de la chulería del distrito, el ángel tutelar de la golfería femenina de la Universidad y aún de los barrios limítrofes, el ya nombrado Paco Millán.De varias mesas salieron exclamaciones premiosas, de ruego indefinible, voces femeninas e implorantes todas:-¡Paco!-¡Paco!-¡Paco! Aquí tienes sitio.-Aquí...Aquí...Y una voz bronca:-Oye, tú. ¡Eh!Paco fue hacia la voz bronca, de hombre, y su desdén oreó olímpicamente el mirar querencioso de las rameras, desdén bañada ligeramente con el azúcar cruel de una leve sonrisa.