La cotidianidad marca un derrotero. Va transcurriendo la vida junto a una naturaleza que lucha por prevalecer, recuperar el espacio perdido, ir encontrando su lugar sobre el cemento que la cubre. Nadie es completamente feliz; nadie es completamente triste. La lucha se plantea como una constante. Nos acostumbramos a todo: lo bueno, lo malo, lo estético, lo antiestético.