La muerte tiene una manera propia de entrar subrepticiamente en sus enemigos, de mirar su voluntad de lucha, de desmoralizarlos: se presenta una y otra vez como la solución radical; recuerda que fuera de ella todavia no existe ninguna solución verdadera. [...] Ella derriba todo lo que está cerca de nosotros, y cuando ya no podemos más de dolor, dice ella sonriendo: no eres tan impotente como piensas; puedes derribarte a ti mismo también y a tu dolor contigo. La muerte nos prepara los dolores de los cuales ella luego nos puede librar. ¿Qué verdugo ha habido nunca que haya comprendido mejor su oficio?