Este libro de Miguel Dalmaroni es, además de un entramado sutil de hipótesis y argumentaciones que saben explicitar sus condiciones de enunciación para intensificar su coherencia y su fuerza persuasiva, una respuesta en acto a algunas de las preguntas más interesantes que nos hacemos los críticos académicos cuando el entusiasmo de escribir nos vuelve a confrontar con las dudas sobre el sentido y el valor de nuestras prácticas y nuestro oficio. ¿Cómo hacer para que nuestros ejercicios críticos respondan, además de a las inevitables morales que definen nuestra condición profesional, a una ética de la lectura capaz de valorar los pequeños acontecimientos que sacuden e intranquilizan la trama de los intercambios sociales y desorientan las estrategias de comunicación, incluso las de nuestro propio discurso (una ética que, sin importarle cuán equívoca o anacrónica pueda resultar su obstinación, insiste en reclamarse ética de la literatura)? La respuesta más audaz e inteligente que aporta Dalmaroni a esta interrogación que recorre cada ensayo de Una república de las letras se puede leer en algunas de sus apuestas formales, en la forma intransferible en que las retóricas expositivas que elige contienen, o amplifican hasta dejarse desbordar, los estilos de intervención que se le imponen a su sensibilidad. (...)