Marí y Daniel, tras su primer día de colegio, se convierten en amigos inseparables; a los dos les gusta estar juntos, hablar, compartir todo el tiempo que les es posible y, sobre todo, mirar juntos la luna y hablar sobre ella. Los chicos crecen felices juntos hasta que la familia de Marí decide marcharse a Venezuela, lo que sume a ambos en una profunda tristeza. Al despedirse, prometen escribirse y volver a reunirse cuando sean mayores. Pasan los años sin recibir ninguna carta de Marí, pero Daniel no deja de echarla de menos y de pensar en ella. Cuando cumple dieciocho años, sin más información que una ciudad y una dirección donde presumiblemente vive Marí, toma la firme decisión de ir en su busca. Esta travesía se torna casi un imposible, pues para llegar a Venezuela acaba caminando de la mano de la soledad, la miseria, el hambre y el frío. Cuando por fin llega a la ciudad de Maracaibo, descubre que Marí ya no vive donde esperaba encontrarla. La tristeza y la desolación se adueñan de él, pero ni el mayor de los contratiempos impedirá que siga buscando la más mínima pista que le acerque a ella.