Primero se comió la manzana. Después se hizo unos zapatos con la serpiente. Y acto seguido se marchó lentamente, sin mirar atrás, de aquel estúpido y aburrido templo de la tranquilidad. Ya era hora de pasar a la acción. De salir a buscar, con paso firme, el verdadero paraíso.
"feliz, ahora tengo te odio como nunca te quise y te quiero como siempre quise odiarte"