Laureano es un niño que ha tenido un accidente jugando al fútbol en la escuela y debe pasar sesenta días en cama con la pierna escayolada. Y, aunque cuenta con la compañía y el cariño de su madre y las visitas de algunos compañeros del colegio, se siente molesto, enojado, fastidiado. De noche, a veces hasta tiene pesadillas. Pero lo peor es que se entera de la llegada de una nueva compañera de clase, Romina, a quien no podrá conocer mientras esté encerrado en su habitación. Sin embargo, Romina tiene gran curiosidad por conocer a este compañero que no está asistiendo a clase y de quien todos hablan. Entonces, a ella se le ocurre un modo de acercarse a Laureano: le hará llegar una carta. A esa carta seguirá una respuesta y luego otra carta, y otra, y otra... Frente a esta situación, en la escuela, sus compañeros le dicen a Romina que no se puede conocer a alguien sin verlo. Como ella opina que sí, propone una apuesta: conocer y describir a Laureano sin los ojos, solo por medio de sus cartas y de sus conversaciones a través de la puerta cerrada de la habitación. Al final, Romina entra en la habitación para conocer a su amigo en persona.