Una poesía simple, directa, con temas como el amor, la muerte, la experiencia religiosa, la trascendencia en el recuerdo: “Cada vez que los gorriones bajan/ a explorar por mi jardín,/ yo pienso: ¿Será Florentino?/ ¿Se acordará de mí?” (Florentino). “Si en tu vida has sido manso como mansas son las aves,/ si te has mostrado sereno como una brisa otoñal,/ si tus palabras fueron bálsamo para un corazón herido, (…) si caíste y levantaste con dignidad y coraje,/ si en el final de este viaje supiste cargar tu cruz,/ si al escribir tus memorias todo puedes confesar,/ entonces, hermano mío,/ puedes morir en paz” (Morir en paz). Un dejo mistraliano, quizás, pero desde una experiencia propia y sincera: “¿A quién puede ya importar lo que yo escribo?/ ¿A quién puede importarle?/ Esparcí por el viento mis pasadas ilusiones;/ un rictus de amargura se me posó en los labios,/ y en mis ojos, solo sombras, de infinitas decepciones” (Sepulcros bajo la lluvia). Poesía con la sencillez de los actos verdaderos y generosos, que surge de una mirada comprometida con los hechos fundamentales de la existencia humana.