uan Antonio tiene en sus manos una responsabilidad ineludible que lo obliga a darle un giro a su vida para dedicarse a la investigación y sumergirse en la historia antigua, nada más ajeno a un economista como él. Todo porque su padre, un consagrado investigador y profesor de lenguas antiguas, le dejó como herencia un viejo códice de las memorias de la princesa herodiana Salomé, con el encargo de probar su autenticidad. Lo había adquirido en Estambul,durante el que sería su último viaje antes de su muerte, y le dedicó los últimos meses de vida a su traducción.