Beckett era, sin duda, un hombre de intelecto agudo y amplios conocimientos, pero de esto no se deduce que el intelecto fuera el resorte de su escritura. Más que cualquier otro trabajo suyo, Molly surge de una fuente profunda del autor, una fuente tal vez inaccesible para el intelecto. Con confianza cada vez mayor, Beckett pudo remitirse a la fuente que se le había abierto en Molloy para llevar a cabo un proyecto creativo más amplio, que cambiaría el rostro del teatro contemporáneo y que también podría haber cambiado el de la ficción contemporánea si sus novelas hubieran tenido la misma amplia difusión de sus piezas.