A Forza, Ferrón y Bina los engañaron, secuestraron y ejecutaron el 7 de agosto de 2008. Los asesinos guardaron los cadáveres en un lugar frío para conservarlos en buen estado. El 13 de agosto, finalmente, plantaron los cuerpos en un zanjón de General Rodríguez. Un tribunal condenó a prisión perpetua a los hermanos Lanatta y los hermanos Schillaci como partícipes necesarios. Pero el autor intelectual y los demás involucrados en el caso quedaron en las sombras. Existen tres hipótesis: la sospecha de que Pérez Corradi los mandó a matar para quedarse con el negocio de la efedrina; la pista de los mexicanos enojados por el juego a dos puntas de las víctimas; y el hilo invisible de los servicios de inteligencia locales y extranjeros. Los autores del libro exponen las tres variantes y llegan a una conclusión en forma de interrogante: ¿a quién le sirvió el triple crimen? La respuesta podría conducir al cerebro de esta historia, que combina narcotráfico, política y espionaje. Algo es seguro: la ruta de la efedrina en Argentina se acabó solo después del triple crimen.