Floridor Pérez pertenece a esa generación de poetas chilenos que tenía treinta años al momento del golpe de Estado de 1973. Su voz toma la posta de una continuidad en peligro, y lo hace con maestría y transparencia notables. Ello se hace evidente en sus poemas en los que, con soltura y versatilidad, incursiona en registros y formas variadas, con la naturalidad y rigor de un maestro. Su humor es sin cinismo, su dolor sin grandilocuencia. Desde la poesía de la tierra, a la poesía de amor, la poesía política o elegíaca, y la poesía «para leer desde la infancia», Floridor Pérez muestra una plasticidad pocas veces vista en nuestra tradición poética. En su poesía siguen vivos los valores de la solidaridad, la fraternidad, la ternura, que a veces una literatura sin arraigo parece olvidar. Floridor Pérez es un eslabón fundamental en la continuidad de la tradición poética chilena de las últimas décadas.