la marginación de las mujeres en la sociedad y en la iglesia corre el peligo de convertirse en uno de esos temas que calificamos de "tópicos" y que no solemos considerar de suficiente relieve como para permitir que nos alcancen en ese nivel de conciencia en el que sentimos que algo nos concierne.y, sin embargo, es una cuestión que tiene que ver vitalmente con nosotros, mujeres y hombres, y que está afectando a la iglesia en la raíz misma de su fidelidad al proyecto de "inclusividad utópica" de jesús.pero para descubrirlo necesitamos desbloquear prejuicios, dejar caer defensas, reconocer equivocaciones, remover costumbres, prestanos los ojos unos y otras para despertar a un asombre crítico que nos permita ver lo insotenible de una situación injusta y a una creatividad esperanzada que nos empuje, más allá de lamentacines e indignaciones, a inventar los pasos, gestos, posturas y decisiones que esta "hora undécima" está exigiendo.que las mujeres no pueden seguir ignordas y excluidas, se hace cada vez más evidente; y luchar por coseguirlo no es tarea exclusiva de ellas, sino de toda la comunidad eclesial. porque es el evangelio el que nos convoca a todos, mujeres y hombres, a crear entre nosotros la novedad insólita de unas relaciones no de dominio, sino de fraternidad.