De niña adorable en Disney a chica hot en MTV. De su papel en la serie Hannah Montana a su desnudez completa en el videoclip de “Wrecking Ball”. De actriz moderada a celebridad polémica. De ídolo adolescente a estrella pop. El gran giro que dio Miley Cyrus no fue un mero capricho. Fue más bien un grito de libertad. Fue también un signo de crecimiento como artista. Y sobre todo, una necesidad: la de mostrar su verdadera identidad. Entonces se rebeló. Se cansó de hacer lo que otros le aconsejaban y de responder al modelo de chica ideal. Se cansó de actuar y ser el rostro de Hannah Montana. Y se concentró en lo que más le gusta hacer: cantar. Y así logró ser ella misma: Miley Cyrus. Se fue de Disney. Cambió su look. Y dijo lo que le dio la gana… ¡Se destapó! Y así llegaron las controversias: el gesto de la lengua, el twerking, la provocación y el reto a lo prohibido. Miley Cyrus se convirtió en una chica explosiva (por algo Bangerz , su último álbum, quiere decir “explosivos”). Claro que