Introducida la vacuna en el Río de la Plata, escribe el doctor José Luis Molinari, la persona que se ocupó casi exclusivamente de su conservación y propagación fue el deán don Saturnino Segurola. Para estos fines no escatimó sacrificio, y fueron muchos los malos momentos que pasó por la ignorancia de la gente, la envidia de personas aun de cierta elevación intelectual, y, lo que es aún peor, de muchos facultativos. “La intensa labor que desarrolló desde 1805 hasta 1809, fue merecidamente premiada, con el nombramiento de Comisionado General para la Vacunación en la Capital y su Campaña, que le fue otorgada por el virrey Cisneros. ”No quiero terminar las presentes líneas, diremos con el doctor José Luis Molinari, sin transcribir unas décimas del propio Segurola sobre las vacunas, donde en forma festiva da cuenta de su labor y de los ataques de que fue víctima. Aunque el Cocyto se úna, Y aunque vomite furor Contra el pobre Profesor Que propaga la Vacuna; No sacará cosa alguna De su vil oposición. Porque la inoculación Produce palpablemente Un beneficio a la gente, Y un aumento a la Nación. Al pobre infeliz, al rico. Al plebeyo, al Ciudadano, Al Gaucho, al Artesano El mismo virus aplico: Para mí, ninguno es chico. A todos estimo, y quiero: No pospongo, ni prefiero A Julia por Enriqueta, Y en fin, pongo la lanceta En el que llega primero.