Los buenos poemas se parecen a los espejos, permiten a quien los escribe y a quienes los leen contemplarse a sí mismos y a la vez lo que hay a su espalda. Los de Nerea Delgado son así, autobiográficos y ejemplificadores; tienen una onda a la vez clásica y moderna, porque su autora domina suertes características de la literatura, como el uso de la paradoja -"llámame como solías llamarme: / a deshora, / a tiempo"-; el sentido de la pérdida ante lo irremediable -"no hay segunda parte para el barco hundido"-; la descripción de la nostalgia o la soledad -"acostumbra a ser enero en otros meses, / el verano es un lugar extraño para quien echa de menos"-; y los destellos de la ironía -"no sé dónde me estoy metiendo / pero espero tener un buen motivo para no salir". Y al mismo tiempo, están al día y a la moda, con su talento para el aforismo romántico - "yo no quiero que todo vaya sobre ruedas, yo quiero volar"-, o su canto a la supervivencia filosófica en un mundo que a quienes saben aprender les "enseña a no desperdiciar los tropiezos". Su lenguaje claro y sus versos de doble filo son reconfortantes y te hacen sentir igual que a la pareja que los protagoniza: como "aves de paso / abrigadas en el mismo campanario." Una voz que merece ser oída. -BENJAMÍN PRADO