La felicidad es un privilegio de momentos, jamás dura y para algunos no existe. La vida no puede ser igual para todos, aun naciendo en la misma cuna. Malaquías es el claro ejemplo: cualquiera pensaría que estaba condenado a vivir lo que le tocaba de acuerdo con su origen y la historia de su familia, pero no fue así. Un milagro cambió su destino, aunque los misterios divinos siempre ocultan verdades. No todos miraron ese suceso de la misma manera, porque, al parecer, algunos tenían sus dudas. Un ángel triste, que sufre, no concuerda con lo que la gente espera. ¿Cuál debería ser el final de un niño que fue reconocido como un ángel vivo, a quien el tiempo, cumpliendo con lo que le corresponde, obligó a crecer? Esta historia pudo haber sucedido en cualquier lugar y en cualquier época, o está por ocurrir. Son cosas de las que uno se entera, pero no las ve. ¿Hasta qué punto el ser humano es capaz de transformar un hecho con el afán de beneficiar a otros? Eso es difícil saberlo. Se antoja imposible, pero sucedió, probablemente por accidente o porque en realidad era su destino. Contada a través de diferentes testigos, Los milagros de Malaquías va tomando forma, para que, al final, el lector pueda concluir si lo que vivió Malaquías fue un chispazo de suerte, un milagro o una verdadera tragedia.