Tomás de Aquino se presenta para algunos autores como representante del fundacionalismo clásico, mientras para otros es un claro ejemplo del externalismo. Esta divergencia y el propio hecho de interpretar a santo Tomás desde tales debates merece una esmerada atención. La verdad como bien según Tomás de Aquino se divide en seis capítulos; los cuatro primeros adoptan una perspectiva gnoseológica, el quinto sirve de tránsito, y el capítulo sexto se ocupa precisamente del conocimiento en cuanto que es humano: sujeto a error y necesitado de hábitos intelectuales y morales. En este capítulo se cataliza todo lo anteriormente expuesto: la verdad es no sólo perfección del entendimiento sino del hombre. Es entonces cuando se expone en toda su virtualidad el significado de la afirmación «la verdad es un cierto bien».