Como un efluvio, un río, las piedras de su voracidad, un flujo que te electriza, la corriente misma del vértigo, así se leen estos poemas. Las voces que se pierden entre la ciudad, sus bordes llenos de seres con la máscara del anonimato, los olvidados en el último escalón de la pirámide -aquellos marginados por una sociedad que teme mirarlos por miedo al espejo que tienden- encarnan la ira, la rabia, el rechazo, la ironía, y la tristeza.