Dora tiene doce años y su gordura no le preocupa mucho hasta que, en el paseo de fin de año a la piscina, sus compañeros se burlan de ella y la llaman ballena. Su mamá se preocupa y la lleva a una doctora. Con una dieta familiar todos adelgazan, menos Dora, que hace trampa con frecuencia pues no puede dejar los bombones. Todo cambia cuando a la casa vecina llega a vivir Diego, un chico de trece años, a quien no le importa que su reciente amiga sea gorda. La preocupación de la niña pasa a ser, ahora, su afectividad: esas cosquillitas que siente en su corazón cuando está cerca de su amigo.