Solo con las voces tratadas en este Diccionario, se podría comprender que la humanidad paleolítica había descifrado hace -digamos- diez mil años, propiedades de minerales y cristales, características de plantas terrestres y acuáticas, etologías de diversas especies animales; había comprendido los aparentes caprichos del cosmos y aprendido a navegar y a conocer las rutinas de vientos, corrientes y meteoros luminosos... aunque creían que los rayos eran piedras que el Dios lanzaba desde el cielo. Y pusieron nombres precisos a todo eso. Y nuestros sabios de los últimos dos o tres miles de años, olvidaron semejante caudal y, marginando lenguas como el Euskera, tuvieron que montarse otra historia. El grueso del trabajo DICCIONARIO ETIMOLÓGICO CRÍTICO DEL CASTELLANO, del que este tomo es su introducción, se repite de forma bastante parecida y consiste en el contraste de las explicaciones etimológicas "oficiales" para las casi dos mil cien voces primitivas, aportando después la versión que brinda un Euskera enriquecido por las partículas citadas.