Mary Shelley ansiaba la inmortalidad. La autora emuló a Prometeo y arrebató la chispa divina para inocular vida a la muerte. Ella es inmortal, Victor Frankenstein es inmortal y la Criatura, que ni siquiera mereció un nombre, es una pesadilla a la que todos volvemos una y otra vez. Mary y Victor fallecieron hace mucho, pero la Criatura no. No puede. El fuego que prendió su vida ha pasado a otros autores; crea