Faruk recorre el camino. No recuerda desde cuándo ni tampoco sabe bien por qué. Aveces, el camino le brinda alimento y abrigo: él los acepta agradecido. Pero un día en que el hambre se vuelve intolerante, Faruk se detiene en una ciudad igual a cualquier otra. Allí reina un hombre que, encerrado en una torre, controla el destino de un pueblo oprimido.