Los pingüinos constituyen una atracción para decenas de miles de turistas, quienes invierten tiempo y dinero para llegar a conocerlos personalmente en su propio hábitat, donde el hombre es visitante y ellos, los verdaderos habitantes. La Antártida es más de lo que podemos imaginar, es más que el séptimo continente, es más que un lugar “extremo” (el más frío, el más ventoso, el más seco, el único sin población humana permanente o el menos habitado, el de más altura, el más desconocido, el más heroico): es un espacio que nos brinda la oportunidad de encontrarnos con nosotros mismos, de vernos, de conocernos, de reflexionar y de cambiar. A través de la lectura de este libro vas a poder conocer sobre el turismo en la Antártida, sus regulaciones, los pingüinos, pero también serás testigo de la transformación que sufre el autor en contacto con la naturaleza antártica: va confiado a llevarles leyes humanas y al observar atentamente cómo viven ellos, se da cuenta de que las leyes de la naturaleza son más sabias. Es por eso que en muchos párrafos el autor otorga a los pingüinos un auténtico protagonismo: los personifica porque los considera como los verdaderos habitantes de la Antártida y como seres vivos a la misma altura que otras especies (incluida la humana). Los pingüinos despiertan en él un sentimiento de reflexión. Desde su primer contacto siente una particular atracción. Los ama como si fueran sus propios hijos y, como a sus hijos, decide protegerlos. Se siente convocado por ellos, siente su llamado a la acción. A partir de ese instante, su vida cambió para siempre. Por eso, antes de volverse de la Antártida, quiere compartir sus reflexiones con todos aquellos que ya la han visitado o tienen pendiente hacerlo. Confía en que los lectores de su libro una vez que pisen suelo antártico y logren experimentar sus mismas sensaciones se convertirán, también, en Protectores de Pingüinos.