Había una vez, en un país muy pero muy lejano, un sultán severo y grave que nunca sonreía. Amaba el silencio y lo que más detestaba era la música pues, según decía, impedía que las personas reflexionaran y trabajaran como debe ser. Sobre un gran y precioso pergamino había escrito una ley que prohibía a sus súbditos cantar y tocar melodías. Un día, el sultán decidió visitar su reino con el fin de verificar que su ley fuera respetada y partió sin decir nada a nadie, oculto bajo un disfraz de mercader. ¿Una historia inverosímil? Quién sabe...