Más allá de dar lustre al Manifiesto de Córdoba centenario, o recordar luchas pasadas, se hace necesaria la reflexión de lo que es el acto educativo y hacer prospectiva sobre el futuro de la educación. Desde esa época, hasta hoy, son indudables los cambios en la escuela. La relación docente / discente es mínima, impersonal y fría. Los colegios y universidades han sido transformados en espacios virtuales. La biblioteca ha migrado a la Red, los textos físicos mutaron a base de datos y objetos virtuales de aprendizaje. Los laboratorios han sido remplazados por simuladores. Y los eventos extracurriculares se han trasladado a aplicativos móviles que enseñan a tocar guitarra o a jugar ajedrez. El futuro de la educación se muestra sinuoso, lo que exige reflexiones profundas que trasciendan las viejas quejas. Al desdeño de lo humanístico se suma la posibilidad de diezmar el acto educativo y reducirlo a su mínima expresión. ¿Será la hora de nuevos manifiestos?