"Gracias por bailar conmigo que tengo el cuerpo horrible, como un mapa físico de Chile". Sea la madrugada alta. El ambiente con su inalcanzable melodía. La ropa desacomodada. En el final, cuando sólo resta el concho del trago. A medio tono o borrachín. Fatigado después de tanto ajetreo. Sea tan solo la madrugada alta de esta patria tercermundista. Chile, una fiesta de medio pelo en la que permanecemos como meros espectadores. Sea este el barro que como arcilla se adhiere inexorable a nuestra piel de ciudadanos de segunda. Es la textura que utiliza Pablo Paredes para escribir poesía de hoy, metiendo manos y brazos hasta el codo en la cotidiana realidad latinoamericana. Intentando ecualizar la contradicción de tanta violencia y felicidad simultánea. Voz que nos habla: "...de todo el fracaso que intuí con mi cabecita de niño metido por la reja viendo correr a los policías de Chile tras los delincuentes de Chile". En diminutivo para asumir cierta vulnerabilidad total, en tanto testigo del fracaso social. En diminutivo para escribir el pasado y el presente. En diminutivo para referirse a su propia cicatriz: el cuerpo. Su texto concreto. En diminutivo para reflexionar sobre nuestra democracia con una "d" minúscula.