La historia va mucho más allá de lo que resumen las anteriores líneas, pues Dostoievski se anticipa unos cuantos años a la novela psicológica para presentarnos un personaje que ve desdoblada su personalidad ante la escisión de sus deseos personales, al más puro estilo Kafka. El doble de Goliadkin representa sus frustraciones, sus anhelos y sus vicios, pero desatados y sin ningún pudor; se comporta como él nunca haría, por educación o imperativos morales o sociales: a veces con decisión y firmeza, otras con subterfugios y trampas. Su criado Petrushka es testigo de su decadencia y su dualidad, representando la integridad de la clase baja ante los vaivenes sociales de una burocracia como la zarista, que estaba repleta de gentes sin escrúpulos que manipulaban y conspiraban con el fin único de medrar. El inmediato superior de Goliadkin, Andrei Filippovich, encarna el tipo de superior inflexible y vacuo que Dostoievski refleja en algunas otras novelas. Goliadkin, finalmente, se nos muestra como un hombre débil, aquejado de una voluntad de superación que no es personal, sino impuesta por un sistema injusto, irregular y subyugante, que somete a los seres humanos bajo su dominio. Su enfermedad mental, su 'doble', no es más que su lucha por sobrevivir dentro de ese voraz sistema, su método para conseguir méritos sin renunciar a su personalidad. El final parece abocarnos a un mundo en el que esa lucha es fútil.