Los miembros del pelotón lo apodaban Robocop, y era sargento en una tropa de asalto, pero fue desmovilizado tras los acuerdos de paz entre la guerrilla y el gobierno de una nación centroamericana. Al reintegrarse a una supuesta vida civil, sólo conservó tres fusiles, ocho granadas de fragmentación, su pistola y un cheque por tres meses de salario. Robocop se dedicará entonces a la única labor para la que ha sido preparado: luchar. Y se integrará en distintas bandas que operan como comandos en el marco de una delicada transición política. Porque, para él, la violencia, más que necesidad, es un oficio.