La experiencia de la vida tiene, indefectiblemente, su propia conclusión. Es muy razonable que cada ser humano haga un propio recuento de su paso por el mundo; cada cual tendrá una realidad construida, un mundo propio que fue conformado con vivencias y reconocimientos, así como con intimidades precisas, dulces y dolorosas. Todo esto son evocaciones que solo el individuo puede conservar y apreciar en la justa medida de la importancia de sus vivencias. A estas visiones particulares aluden las narraciones de Días terminales, cuentos de lograda manufactura. Son textos de un tono cuasi apocalíptico o tragicómico, con fuertes dosis de humor negro, situaciones donde quizá pueda florecer la esperanza o una diminuta luz aleccionadora.