los conflictos y las guerras "teñidas de religión", que están asolando a una buena parte de la humanidad, han conferido urgencia sangrante a un problema que por otros motivos -estrictamente religiosos y teóricos- se había impuesto ya a la consideración actua: el diálogo de las religiones.establecerlo de un modo realista es urgente en un mundo que se "planetariza" a marchas forzadas; hacerlo sobre nuevas bases teóricas resulta indispensable después de la revolución de la modernidad, con el contacto y el mutuo conocimiento entre las religiones, el estudio crítico de los libros sagrados, la superación del etnocentrismo, los avances de la fenomenología y la historia de las religiones... apertura al otro en el mantenimiento crítico de la propia identidad: he ahí los dos polos que determinan el campo de la reflexión.partiendo de que "todas las religiones son verdaderas", se intenta aquí una nueva comprensión, tanto del universalismo cristinao como del enriquecimiento que un diálogo honesto puede y debe aportar, no sólo a las propias religiones, sino también a un futuro más humano y unitario del mundo.