Creo y por eso hablo se propone entablar un diálogo que empieza rescatando las coincidencias con quienes afirman que no creen o se han distanciado al ver determinadas maneras (incoherentes) de vivir la fe. ¿Cómo aporta a los malentendidos acerca de la verdadera esencia de la vida cristiana el que se dice creyente, pero vive como si no lo fuera? ¿Qué ideas nos hacemos de Dios y de lo que implica el vínculo con Él en el seno de la Iglesia? ¿Hay que estar lejos para desarrollarse? ¿Cerca de Dios, pero lejos de la Iglesia? ¿Hay algo bueno en esta Iglesia cuestionada? Ante la enfermedad y muerte de un ser querido, ¿seguimos creyendo? ¿Sirve la fe sin amor? Estos son algunos de los interrogantes que van dando origen a los distintos capítulos y que la autora intenta ir respondiendo con tono sumamente respetuoso, testimonial, apoyándose sobre todo en lo que ha ido descubriendo en su camino de conversión tardía a la fe católica. El libro está dedicado al padre de la autora, de