En este libro, el estudio de los colores consigue reunir lo que no debió haberse separado o que, en todo caso, debió haberse vuelto a unir hace mucho tiempo: el conocimiento y el pensamiento; el conocimiento científico, que merece al hiperdesarrollo teórico y experimental que ha registrado en el último siglo ofrece una visión cuasi-fantástica del mundo físico; y el pensamiento filosófico, que muy a pesar de las rupturas y polarizaciones internas que ha sufrido en las últimas décadas, no puede renunciar a la reflexión en torno de los principios o componentes primordiales de la realidad. Desde luego, para que una obra consiga esta fecunda articulación de conocimiento y pensamiento, es preciso que su autor disponga de una sólida formación filosófica a la vez que de una brillante carrera científica, condición que solo casos excepcionales se cumple.