La Zambrano, María, se me aparece, no a través de sus obras, que siempre están, como todas las obras, a salvo de la proximidad de la mirada del autor, sino a través de la ecuménica presencia de ella, de la Zambrano, en el transvital templo de Agustín Andreu.Mejor a sido así, eso ya lo descubrí hace tiempo, yahora este libro lleno de ¿soledades de gigantes?, lleno de ¿angustias con miradas?, o tal vez de ida