Un sol ardiente, abrasador, se reflejaba sobre las amarillentas y tibias aguas de la profunda bahía de Puerto Canning, que exhalaban pútridos miasmas, los cuales solían ocasionar con harta frecuencia fiebres tremendas, mortales para los europeos no climatados, y, lo que es peor aún, el cólera, tan faltal para las guarniciones inglesas de Bengala.
"Soy un fanático de Salgari desde niño"