El jesuita chileno Manuel Lacunza muere misteriosamente en Italia, sin llegar a publicar su "peligroso libro milenarista" sobre el Anticristo. El discípulo más amado de Jesús, Juan, sobrevive a las persecuciones y el martirio para recibir la revelación terrible y maravillosa del fin de los tiempos. El General revolucionario Manuel Belgrano, entre batalla y batalla, rastrea por América una copia fidedigna de la obra de Lacunza, convencido de su importancia profética. Los reyes de España, Portugal y Francia conspiran en secreto para destruir la Compañía de Jesús en todo el mundo. Los indios de las misiones huyen a la selva en busca de la Nueva Jerusalén. Un grupo de patriotas y religiosos confían a Manuel Belgrano la misión de editar en Inglaterra el libro prohibido del jesuita chileno. El patricio argentino Pancho Ramos Mejía, luego de leer a Lacunza, abandona su carrera política para fundar en el desierto una utopía milenarista, donde protege a los indios del asedio de los terratenientes y las autoridades. En Rusia, único país que ampara a los jesuitas, los dos más grandes escritores, Tolstoi y Dostoiesky, en medio de crisis espirituales, tienen visiones sobre Cristo y el Anticristo que inspirarán el pacifismo de Gandhi y las doctrinas anticristianas de Nietszche. Dos conversos anglicanos, el cardenal Newman y Robert Hugh Benson, intentan refutar el "Anticristo colectivo" de Lacunza. El general Perón, exiliado en Madrid, tiene la espeluznante visión de un Apocalipsis antiambiental. Ecos de estas turbulencias proféticas alcanzan al primer Papa jesuita y sudamericano, Francisco, y sus llamamientos a frenar la Tercera Guerra Mundial y la devastación planetaria. ¿Tiene razón el Apóstol Juan cuando afirma que el Anticristo ya se encuentra en el Mundo? ¿Es verdad, como afirma Lacunza, que las Grandes Potencias son las armas ofensivas de la Bestia Anticristiana, preámbulo del fin del mundo?