París es una ciudad llena de signos disparejos. Tomando como punto de partida los eventos que caracterizaron la primavera de mayo de 1968, el autor de esta novela ofrece un viaje insospechado en tiempo y espacio despertando todos los sentidos: vista, oído, olfato, gusto y hasta el tacto. Eglée, Théo, Amy y Edgar, todos imaginarios, se comportan como si realmente hubiesen estado en el lugar de los acontecimientos y quizás, solo quizás, lo estuvieron… a juzgar por lo que narran a lo largo de sus vidas. Todos ellos invocaban cambios reales que influyeran sus memorias para una mejor sociedad. Lo que sucedió en esa primavera en París resonó en todo el mundo occidental de una u otra manera. Como un viejo refrán de hace unos siglos decía: “Cuando París estornuda, toda Europa se resfría”. Si al terminar de leer esta obra uno se queda con ganas de conocer más sobre los hechos relacionados con el Mayo Francés y además, desea transitar por todos los lugares de encuentro de los protagonistas se habrá cumplido el principal objetivo de la novela: entretener e informar a través de la lectura.