Leer estos monólogos es caerse de narices en esta frenopática realidad; donde cualquier crueldad es posible; y la condición humana es más ridícula y banal que nunca. Los arranques poéticos de estos personajes. 'Si hay algo que uno no puede hacer con este hombre es aburrirse'. Su humanidad descojonante; su apetito voraz. 'El abuelo se comió a La Virgencita del Jamón'. Juegos de amor; de amistad; de ternura; todo salpimentado con humor negro. En definitiva 11 monólogos para el Taller son una provocación que ningún maestro de teatro debería esquivar. EDDA DÍAZ